Deja de hablar tanto y pon un poco de atención. A éstas alturas de su vida no le interesan las historias de porquería de tus amigos, no le interesa si el clima te arruinó el pelo, si no había leche deslactosada en el Starbucks y créeme no te entiende si le hablas de mala de manera de Facebook. Si por un momento analizas tus temas de conversación, te vas a dar cuenta lo tontos y superficiales que son… Hablas de otra gente como si tu vida fuera un ejemplo, hablas de maquillaje como si eso te ayudara a quitarte el vacío, hablas del alcohol como que si te ayudara a pagar tus deudas y entre esas conversaciones vanas está tu abuelo, está tu abuela, esperando la oportunidad perfecta para opinar ¡De lo que sea pero opinar! Se muere de ganas de decirte que en toda la semana esperó que tuvieras un par de horas de tu tiempo para dedicarles, han estado contando las horas que les faltan para verte ¡El nieto o la nieta preferida! Han esperado poder contarte que hace poco vieron al fulano que no veían en veinte años, han esperado poder contarte, que el domingo pasado por fin les tocó decir la lectura en misa, que esa mañana de la alegría ya no les dolía la rodilla, que en el mercado la verdura está cada vez más cara y así tantas cosas más que te estás perdiendo ¿Y tú qué haces? Tu sigues en tu mundo de millennial, hablando de la única cosa que hablas bien: mierda. Pero esa “mierda” vale oro ¡Para ellos, sí! porque es basura que compartes con ellos. Pero bueno, figúrate esto, se acabó el tiempo ¡Ya cumpliste con tu papel de buen nieto! ¡Ya te puedes ir al cielo! y nuevamente pasan semanas sin que sepan noticias tuyas y otra vez a esperar a que te dignes en tener tiempo.
¿Sabes algo? Te lo diré de la forma más cruda: ¡Tu abuelos se están muriendo! Cada día se les va acabando el tiempo, y tu haces espacio para todo, menos para ellos. No quiero sonar como Nostradamus pero el día que te digan que ya no están, vas a llorar. Vas a sentir miles de puñetazos en el estómago y la culpa te va a abrazar de la manera más cruel y te susurrará al oído lo basura que fuiste y vas a querer cambiar… Pero ya no habrá tiempo.
Cada día sin darnos cuenta ignoramos a nuestros abuelos, estamos más pendientes de todo lo que pasa a nuestro alrededor pero no de la gente que nos quiere de verdad y están deprimidos, no están seniles ¡Están deprimidos!
Sus rutinas empiezan más o menos así: Se levantan a las 5:00 am porque se duermen temprano, esperan pacientes el desayuno o a veces en el peor de los casos a ellos mismos les toca hacerlo, se dedican a todo lo que un día no les gustaba pero lo hacen para alejar de su cabeza el pensamiento que la tierra los reclama; van a dos misas en el día para sentir que tienen una agenda ocupada, ven el noticiero de la mañana, del mediodía y de la noche porque sienten que solo así no dejarán de tener temas de conversación y los que tienen celular inteligente hacen todo lo posible por aprender esas cosas que alejan a sus seres queridos de ellos mismos: Facebook, WhatsApp, Youtube, Instagram y todas las otras aplicaciones que nos tienen pegados al celular. Emocionados han aprendido lo básico y nuevamente esperan pacientes para el próximo encuentro contigo, puedan contarte que ellos también son modernos. Se llega el día, se miran, hay café de por medio y buscan el momento adecuado para contarte que ellos también están usando las cositas del celular ¡Y te lo cuentan! A su manera claro está pero te lo cuentan, de la misma forma que si a ti te tocara explicar cómo funciona un robot con inteligencia artificial, a lo torpe. Y en su mente han idealizado una respuesta de admiración por parte tuya ¡Por fin van a tener algo moderno para hablar contigo!
Luego de exponerte sus vagos conocimientos en redes sociales, esperan pacientes por una respuesta halagadora ¿Pero sabes qué reciben? En su mayoría burlas; comentarios desalentadores como: ¡Ay abuelo ya estás viejo para estas cosas! ¡Así no es! ¡Ni sabes para que sirve! ¡Eso no es tener Facebook! ¡Así no son los memes! ¡Ni sabes de qué estás hablando! Tantas cosas negativas que salen de tu boca y por trigésima vez en su vida los matas; los hundes nuevamente en esa vejez forzada que solo la naturaleza demanda; los obligas a quedarse callados y los vuelves fantasmas. En cada reunión familiar, si te has dado cuenta ya no hablan, ya no opinan, ya no dicen absolutamente nada por el temor a quedar expuestos por su falta de modernidad y poco a poco aceptan que quizás están seniles, que ya no son útiles y todo esto ha sido tu culpa ¡No están seniles! ¡Están deprimidos!
Las enfermedades depresivas en los adultos mayores se vuelven cada vez más recurrentes, según el especialista en Psiquiatría de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), el doctor Jorge Pla Vidal, la depresión afecta el 15% de la población mayor que vive en la comunidad; Y afecta a más mujeres que a hombres, dos mujeres por cada hombre. Por increíble que parezca, la depresión hace que muchos abuelos estén pensando en suicidarse. En el 85% de los casos, los pacientes con más de 60 años, que presentan tentativas de suicidio están o estuvieron batallando con una depresión. Nuestros ancianos están conscientes que su oído, su vista y sus movimientos no son los de antes y las visitas al médico se vuelven más frecuentes, esperan horas para ser atendidos y poder compartir problemas de salud inexistentes cuando en realidad solo están pasando por un cuadro depresivo ¡No colaboremos en aumentar ésta depresión!
Si he escrito todo esto, es porque ya me pasó a mi. Ya deje de lado muchas veces a mis abuelas para hacer mi vida, ya me ofendí por reclamos de pocas llamadas, ya me molesté porque me pidieron ayudar para usar el celular, les mostré molestia, de la manera más cerota posible, que estaba cansada de las mismas historias de gente que no conozco, ya dejé pasar semanas sin dar noticias mías y por una cena estúpida deje de estar en el lecho de muerte de la mamá de mi papá. Y cada día la culpa me consume un poquito, sin embargo, trato de hacer mejor las cosas con mi abuela materna. Le dedico mis tiempos libres, le enseñé a usar Youtube (Sólo lo que importa: Caso Cerrado), vamos de compras al súper, al mercado, a veces vamos al mar, compartimos una cerveza y cada dos días le llamo para hablar de cosas nuevas o de lo mismo ¡Pero llamo!
¡No dejes de llamar! Les estás salvando la vida.