Por su naturaleza, las festividades pueden estar llenas de muchas emociones. Pareciera que en el caso de los y las salvadoreñas, las de fin de año especialmente condensan múltiples actividades que en otra festividad anual no aparecen, y es por ello importante considerar cómo nuestra salud mental en las fiestas se puede ver afectada.
Lo anterior muy bien se evidencia en la alegoría de “el estreno navideño”: para muchos, representa un esperar específicamente esta época para comprar y lucir ropa nueva, acaso como un mutar a nuevas pieles, nuevas para el año nuevo que se avecina; pareciera que tras este ritual lo que subyace es mucha ilusión y entusiasmo por la época. No es de menos, es la temporada del aguinaldo, y para muchos el momento del año en que se reencuentran con sus seres queridos del extranjero, o aquellos que viven lejos, razón suficiente para lucir bien y con el mejor traje que tengamos. Desde el rostro publicitario además es una época arquetípica para mensajes en torno al compartir con la familia y el goce en general.
Con todo, lo que sí es un hecho es que para muchas personas es una época llena de emociones que nos pueden orientar al bienestar o al malestar, y en esa línea no está de más detenernos un poco a pensar por nuestra salud mental en las fiestas, y revisar qué comportamientos y hábitos saludables pudiéramos adoptar para poder llevar en paz estas fiestas y sus rituales, en especial si queremos prevenir recaídas si somos personas con un trastorno del ánimo diagnosticado o incluso con alguna forma de ansiedad (recuerda que de esta última ya hemos hablado en nuestro blog anterior).
Navidad y salud mental
De hecho, el psicólogo Juan Carlos Hurtado afirma que en una investigación realizada en 1989 en la Universidad Iberoamericana de México se encontró que sí se pudiera hablar, aunque no generalizar, sobre el fenómeno de la “depresión navideña” en relación a personas que experimentan sentimientos desagradables en estas épocas. En la investigación se descubre que quienes más se ven afectados son personas en cuyo historial de vida hay momentos trágicos, problemáticos o cargados emocionalmente asociados a esta época, e incluso vividos en la misma. Así de multicausal y multifactorial como es la depresión, así también “la depresión navideña” pudiera ser a causa de múltiples aspectos convergiendo entre sí.

En esa línea, la National Alliance on Mental Illness (NAMI) menciona a partir de los resultados de uno de sus cuestionarios, que en el 2014 aproximadamente el 24% de las personas diagnosticadas con un padecimiento mental mencionan que su condición empeoró bastante, y 40% que empeoró un poco durante la época de las fiestas. Al explorar las posibles causas, los sentimientos o situaciones experimentadas con mayores porcentajes fueron, entre otros, la soledad, las expectativas irrealistas y la nostalgia. Vale la pena por tanto explorar algunos de esos sentimientos que suelen aparecer en estas épocas para así revisar qué podamos hacer con ellos.
Año nuevo, remordimiento añejo
Para muchas personas, diciembre es época de ver atrás en el tiempo, qué ha sido del año y, más aún, recordar esa meta que año con año nos proponemos, pero por diversos motivos olvidamos en el camino…y así darle la bienvenida al remordimiento. Y si esto que dejamos de hacer se entremezcla con cosas que hicimos que nos generan culpa o arrepentimiento, se vuelve ciertamente un sentimiento enmarañado y pesado.

El psicólogo clínico español Juan García Jaro apunta que el sentimiento de culpa puede surgir por tres condiciones posibilitadoras: la transgresión de una norma moral, haber tenido un control claro sobre el acto o la omisión que nos genera la culpa, y un daño infligido sobre otro (ya sea real o que creemos que se dio).
Veamos un ejemplo: No poder comprarle a mi hijo lo que está en su lista para Santa. La norma que se transgrede en este caso pudiera ser una norma interiorizada por este padre de familia: “debo hacer feliz a mi hijo comprándole lo que desea”, esta norma que, entre otras cosas, pudiera ser facilitada por el bombardeo de publicidad y pseudo ofertas propias de la época, sumado a los arquetipos de familias felices que consumen en equis tienda de juguetes. La segunda condición posibilitadora pudiera radicar en que la persona interpreta que estaba bajo su control haber vendido más en su trabajo para haber recibido un bono salarial tal que facilitara poder comprarle a su hijo el juguete. Y la última condición, el daño infligido, pudiera simbolizarse con la cara de decepción de su hijo al ver que su regalo no era exactamente lo que le pidió a Santa.
¿Les suena? Espero que sí, y que no suene tan complicado. No desesperemos. El paso uno para saber qué hacer con estas emociones navideñas extrañas y densas, es comprenderlas.
Así también, Juan García nos habla que para que la culpa exista también debe existir un ojo acusador, que bien puede ser una persona externa a nosotros que de forma directa o indirecta nos hace ver nuestra falta. Aquí te van algunos ejemplos:
- La tía preguntándonos para cuándo la novia durante la cena navideña, como quién dice “¿ya toca, no?”
- Nuestra pareja llamándonos la atención porque no estamos lo suficientemente elegantes para la cena con los suegros
Pero también este ojo acusador puede ser (y solemos ser) nosotros mismos a través de ese yo ideal que en tiempos de retrospectiva nos puede susurrar múltiples mensajes sobre no haber alcanzado aquello que queremos para lograr, justamente, ese ideal. Algo así se manifiesta:
- “Este año cumpliste 30. No estás donde deberías estar a esta edad”
- “Mirá tu hermana, ella sí tiene éxito económico”
- “Qué aburrida tu cena familiar, ¿ya viste que tus amigos andan de fiesta?”
Entonces, qué hacer
Como todo sentimiento, este guarda una función comunicadora subyacente, y en el caso de la culpa, su función puede tomar distintos rostros. Primero es importante identificar qué de aquello que nos genera culpa es nuestra responsabilidad y qué no. En el ejemplo del padre con su hijo: ¿es realmente su culpa no haber logrado la venta extra o era en realidad una meta poco realista de la empresa?

Una vez hemos identificado qué realmente es nuestra responsabilidad, nos responsabilizamos. Pero no para autoflagelarnos por el pasado, sino para en el futuro venidero tener claro qué podemos hacer frente a una situación similar. Y es en este punto donde sí vale la pena hablar de propósitos de año nuevo, pues serán propósitos más fundamentados, y por tanto, más realistas.
- Sientes culpa porque tu yo ideal te dice “no debiste haber dejado de hacer ejercicio, no lograste el peso que querías”, ¿es realista ese peso ideal? ¿esa necesidad de rebajar responde a mi salud o a una norma estética de belleza? ¿consciente y voluntariamente dejé de hacer ejercicio?

Respondiendo esta clase de cuestionamientos quizás te des cuenta por ejemplo que la meta de rebajar equis cantidad de libras no es realista para tu complexión y metabolismo, o que la meta de hacer ejercicio una hora diaria, 5 días a la semana, tampoco es sostenible. Evalúa tus propósitos y reformúlalos a unos que sean realistas y justos contigo mismo, y si te diste cuenta que lo eran, pero conscientemente no los perseguiste, inténtalo de nuevo. Esta vez con más consciencia y determinación, identificando el porqué este año que termina no pudiste perseguirlo.
Claramente, todo este proceso es muchísimo más sencillo si es acompañado de un terapeuta. Si tú estás pasando por un mal momento en estas épocas de fiestas, no dudes en buscar ayuda. En Fundación Continúa ofrecemos servicios psicoterapéuticos con excelentes profesionales, a precios accesibles. Puedes solicitar tu cita aquí. No estás solo.
P.D: Espera la segunda parte a este tema en los días venideros.