Tolerancia a la frustración o…cómo no desistir en el intento

El tiempo vuela y como si nada, ya estamos a mitad del año. En el hemisferio Norte, el sol y el calor son los protagonistas de nuestros días; y en el trópico, se le agregan un par de lluvias. ¿Recuerdas que allá por enero platicamos sobre nuestras metas de año nuevo? En aquel momento hablábamos de que para lograrlas era vital el aprender a adquirir hábitos, y te explicábamos cómo a partir de 5 estrategias concretas. En este post queremos complementar las herramientas hablando sobre una básica pero vital: la tolerancia a la frustración.

Ahora, después de 6 meses… ¿cómo vas con esas metas? ¿cómo van esos hábitos que te propusiste lograr a inicio de año? Si al leer esto te frustraste al tomar conciencia de lo difícil que está siendo, o más aún, de que ya desististe y sin darte cuenta, no te preocupes: ¡no eres el único! En este post vamos a hablar sobre un tema del que se habla mucho en el ámbito de la niñez, pero poco en la adultez, y es la tolerancia a la frustración. Pero específicamente aquella que tiene que ver con el intentar una y otra vez hacer algo y no lograrlo. Y qué mejor manera que hablando sobre esas metas de inicio de año que a estas alturas probablemente ya mandamos al cajón empolvado del “mejor para después”.

Intolerancia a la frustración: de peques caprichosos a adultos que evaden

Estoy 100% segura que todos hemos experimentado frustración en nuestra vida. Es esa sensación de no soportar algo y querer huir o destruir la causa de dicha sensación. La tolerancia a la frustración, por su parte, es ser capaces de soportar ese algo, resistir y mantenernos aún con el deseo de querer huir o destruirlo. ¿Qué sería entonces la intolerancia? El ejemplo clásico es cuando de peques vamos al supermercado, queremos comprar una golosina, pero nuestros cuidadores nos dicen “no”. Tolerar la frustración de no poder tener el chocolate sería que a pesar que no nos agrada, a lo mucho se nos saldrán un par de lágrimas, un ceño fruncido o un refunfuño que al rato se nos pasará. Su contraparte, la intolerancia a la frustración, sería hacer un berrinche: empezar a gritar, llorar y tirar todos los productos de los abarrotes hasta que nuestros cuidadores, hartos y avergonzados de la situación, metan a regañadientes el chocolate en la carreta de compras, o, en el peor de los casos, nos griten y violenten hasta que su propia frustración opaque la nuestra.

tolerancia a la frustración
La tolerancia a la frustración es una forma de regulación emocional que aprendemos desde muy pequeños, pero esta puede ir fluctuando a lo largo de nuestra vida, tal cual los retos van mutando.

Pero en la adultez, nuestra intolerancia a la frustración se expresa un tanto diferente de cuando estábamos peques. Si bien persigue la misma estrategia de huida o destrucción, estas ocurren de una forma más discreta. Al hablar de nuestras metas y el adquirir hábitos para lograrlas, la intolerancia se expresaría renunciando a ellas (huida) o culpabilizando e incluso agrediendo a quien creemos que es el responsable de que nos esté costando lo que nos propusimos (destrucción), y ese alguien muchas veces somos nosotros mismos.

Que la intolerancia no te aleje de una meta alcanzable

Entonces, si hemos identificado que una de las razones por las que hemos renunciado (una vez más) a nuestras metas es justamente por la intolerancia a la frustración, quizás este sea un buen momento para volver a ellas, pues ¿es realmente la intolerancia a la frustración una razón válida para renunciar a lo que verdaderamente deseamos lograr con nuestra vida? Si pensamos en cuando estábamos pequeños, ¿te imaginas de cuánto nos perderíamos si dejáramos de querer aprender a caminar por lo doloroso de los moretones cuando nos caíamos, o si renunciáramos a aprender a escribir porque nos frustra no distinguir entre una “p” y una “b”?

¿Qué hacer entonces para que frente a nuestras metas desarrollemos mayor tolerancia a la frustración? Acá te proponemos tres claves:

Volver al principio: los hábitos necesarios para tu meta

Muy probablemente una de las razones por las que ha sido frustrante en estos seis meses que han pasado el lograr cumplir tus metas es porque olvidaste que para lograrlas es necesario llevar a cabo ciertos actos que implican desarrollar hábitos, y olvidaste justamente cómo adquirirlos. Es un buen momento entonces para releer nuestras dos publicaciones sobre el tema y ¡manos a la obra nuevamente! No olvides que lo paradójico de los hábitos, es que, para adquirirlos, se requiere practicar una y otra y otra vez; no importa si es enero, febrero o si ya llegamos a julio: frente a tus propósitos y metas ¡siempre estás a buen tiempo!

Hacerlo “a pesar de…”: lidiar con el “no está saliendo como pensé”

Una de las razones por las que la frustración suele surgir es porque nos enfrentamos a cosas que no teníamos pensado que iban a implicar lograr algo que deseamos mucho: los retos, cambio de planes, contratiempos…el “no está saliendo como lo pensé” puede ser verdaderamente frustrante cuando estamos determinados a lograr algo, y aparecen múltiples cuestiones que vuelven displacentero el camino al logro.  

Pero muchas veces para lograr lo que nos hemos propuestos debemos seguirlo intentando A PESAR DE todas estas cosas desagradables para nada planificadas. A la vuelta de esa esquina incómoda probablemente esté la ruta final para lograr tu meta. Volvamos a los niños: pensemos en cómo A PESAR DE los golpes, el miedo y los moretes, naturalmente intentan seguir caminando; o cómo A PESAR DE lo difícil, engorroso y, lastimosamente, lo coercitivo que puede resultar el aprender a leer y escribir, naturalmente se aproximan a desarrollar esa habilidad. Si es una meta en la que vale la pena perseverar, quizás será necesario continuar a pesar de todo lo feo.

Me frustra que me frustre…y pensar que es frustrante

Ahora bien, si la frustración es un sentimiento natural frente a estímulos desagradables, muchas veces nuestra mente es experta en alimentarla y volver peor lo peor. ¿Cómo así? Sí, hay muchas cosas desagradables en este mundo, no lo podemos negar, pero muchas veces con nuestros pensamientos solemos empeorar algo que, después de todo, no es tan malo como nuestra mente cree que es. ¿Cuántas veces nos hemos figurado escenarios extremadamente catastróficos respecto a una situación, nos toca enfrentarnos a ella, y descubrimos que después de todo, no es tan malo como creímos? O, como hablábamos antes, A PESAR DE ser así de horrible como lo imaginamos, lo logramos enfrentar. Partiendo de los enfoques cognitivos, algunas de las distorsiones que nuestra mente comete y que generan más frustración de la necesaria, son las siguientes:

  • Perfeccionismo: olvidarnos de lo natural que es en nuestra especie el cometer errores, y exigirnos (a nosotros o las circunstancias) que todo marche 10 de 10. Frente a nuestra meta “aprender inglés”, nos frustramos de más por no poder pronunciar bien ciertos fonemas: “no debiera estarme equivocando”.
  • El todo o nada: por buscar obtener la mayor ganancia, o el paquete completo, no valoramos el porcentaje ya logrado. Frente a nuestro “aprender inglés”, dejamos de valorar que tenemos una comprensión lectora muy buena, por no poder pronunciar bien ciertos fonemas: “debo hacer todo bien”.
  • Etiquetado: está interrelacionado con los anteriores. Frente a nuestro “aprender inglés”, ignoramos nuestros logros porque después de todo “siempre hemos sido malos con los idiomas”.

¿Cómo entrenar a nuestra mente frente a estos pensamientos automáticos? Primer paso: volvernos conscientes de cuando están apareciendo y nos están ganando la partida, alimentando nuestra frustración; segundo: debatir con ellos, ahora que ya sabemos cómo funcionan, revisar amablemente qué tan realistas son, y si en caso lo fueran, si vale la pena prestarles tanta atención considerando que solo aumentarán nuestra frustración.

¿Ya probamos suficiente? Desistir también está bien

Con todo y todo, queremos concluir con una dosis de realidad: sí que es cierto que aun cuando ya hemos intentando adquirir hábitos que nos acercan a nuestras metas, circunstancias fuera de nuestro control muchas veces implican que, por más que lo intentemos, debamos desistir frente a ciertas metas. También es cierto que somos seres de constante cambio y esa meta que a principio de año te trazaste, puede que en ese instante ya no responda a algo que quieras lograr, o debas reformularla y volverla más alcanzable y realista a tus circunstancias.

Lo importante es reconocer si ya lo hemos intentando suficiente y es tiempo de ponernos creativos y crear nuevos planes, o si en realidad nos estamos dejando vencer por la frustración, que, como cualquier emoción, es manejable y es parte de la vida. Una buena forma de lidiar con ella es yendo a terapia, si estás replanteándote tu proyecto de vida y tus metas, o si simplemente quieres mejorar tu tolerancia a la frustración, en Fundación Continúa ponemos a tu disposición servicios de psicoterapia en línea, contáctanos dando clic acá.

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